miércoles, 26 de febrero de 2014

MERITOCRACIA ¿realidad o falacia?



Cuántas veces hemos escuchado al presidente decirnos que uno de los pilares de su administración es la meritocracia, lo que quiere decir que al sector público, con excepción de los funcionarios de libre nombramiento y remoción, solo acceden los mejores y, adicionalmente, por concurso.  

Conozco de muchos casos que desmienten tal afirmación y por cercano en el tiempo el relacionado a una persona que probó suerte en un concurso de méritos y oposición convocado por una empresa pública. En principio, fiel al escepticismo de la mayoría de ciudadanos esta persona se mostraba reacia a participar. “¡Qué voy a ganar, eso ya ha de estar amarrado!” decía. Sin embargo, motivada por consejos ajenos que le decían “participa, al fin que no pierdes nada” –lo que no es verdad- decidió concursar.

Vino una primera entrevista con el titular del área requirente. Funcionario que a decir de la interesada quedó satisfecho con su perfil y experiencia profesional. Al cabo de unos días fue convocada junto a otras dos personas a rendir una prueba técnica de conocimientos relacionados con las labores a realizar. Según la participante le tomó una hora resolver el cuestionario de preguntas. Al final les comunicaron que quienes hubieren aprobado la prueba serían llamados a una entrevista final. En efecto, a los pocos días recibió una llamada diciéndole que sería entrevistada por el comité seleccionador. En esta entrevista de inicio se le comunicó que había obtenido el mayor puntaje en la prueba escrita. Luego de un corto diálogo sobre temas generales le indicaron que en breve sería publicado el resultado del concurso.

Desde entonces, han transcurrido cerca de dos semanas sin que oficialmente se comunique o publique el resultado final del concurso; no obstante, extraoficialmente conoció la participante que el puesto había sido adjudicado a otro de los concursantes, alguien que presta servicios en una institución vinculada a la empresa requirente.  

Lo ocurrido, según mi experiencia, no es algo extraño ni casual en el sector público. Percibo, con una que otra excepción, que los concursos se hacen con el exclusivo fin de cumplir con formalismos reglamentarios, ya que, más que una posibilidad, es una certeza que de antemano se tenga seleccionado al “ganador”. Lo triste de aquello es que los participantes se crean falsas expectativas al pensar que pueden tener alguna oportunidad. En esto, como en todo lo relacionado al Estado, también aplica aquel aforismo según el cual “hecha la ley, hecha la trampa”. En los instructivos correspondientes se contempla una instancia que a la postre resulta ser definitoria en estos concursos, la famosa “entrevista”, comodín que se emplea para favorecer al predestinado ganador. No importa que alguien exhiba mayores méritos o que sus conocimientos aventajen a los demás, esto puede ser revertido fácilmente otorgando a quien se quiere favorecer mayor puntaje en la “entrevista”, argucia que ha sido utilizada incluso en la selección de altas autoridades. 

Mi consejo a quienes quieran aventurarse a participar en concursos de méritos y oposición en el sector público, es que antes de presentarse busquen alguna "palanca" o padrino, alguien cuya recomendación sea lo suficientemente influyente para imponerse a los conocimientos y experiencia de otros participantes. En este país la transparencia sigue siendo una cantaleta que se utiliza para embaucar a los ingenuos.



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