Por Alfonso Murriagui
El
27 de agosto de 1962, firmado por Marco Muñoz, Alfonso Murriagui, Simón Corral,
Teodoro Murillo, Euler Granda y Ulises Estrella, apareció el Primer Manifiesto
Tzántzico, el mismo que no fue un exabrupto sino una constatación de la
realidad cultural que vivía nuestro país a comienzos de los años 60; por eso en
sus primeras líneas afirma: "Como
llegando a los restos de un gran naufragio, llegamos a esto. Llegamos y vimos
que, por el contrario, el barco recién se estaba construyendo y que la escoria
que existía se debía tan solo a una falta de conciencia de los constructores.
Llegamos y empezamos a pensar las razones por las que la Poesía se había
desbandado, ya en femeninas divagaciones alrededor del amor, (que terminaban en
pálidos barquitos de papel) ya en pilas de palabras insustanciales para llenar
un suplemento dominical, ya en 'obritas' para obtener la sonrisa y el cocktail
del Presidente".
Esa
constatación del estado en que se encontraba el país en los campos del arte y
la literatura, y las condiciones sociales en que se desenvolvía, conmovió a los
jóvenes e irreverentes Tzántzicos e hizo que afirmaran: Las intenciones
políticas y sociales de los Tzántzicos están claramente definidas desde sus
primeras actividades: rechazan los cenáculos y los salones elegantes y van a
las fábricas, a las universidades y colegios, a las agrupaciones de artistas y
asociaciones de empleados. Su intención es llegar masivamente a los estratos
populares, tanto que utilizan, por primera vez en Quito, la radiodifusión para
hacer conocer sus planteamientos: por Radio Nacional del Ecuador difunden un
programa denominado “Ojo del Pozo”, en el que, dos veces por semana, leen sus
textos y sus poemas. Y es más, sus inquietudes derivan hacia la discusión de
los problemas sociales, pues organizan y participan en debates importantes como
la Mesa Redonda, realizados en Agosto de 1962, sobre el tema “Problemática y
Relación del Artista con la Sociedad”, en la que participan destacados pintores
nacionales: Oswaldo Viteri, Mario Muller, Jaime Andrade, Jaime Valencia, Hugo
Cifuentes, Elisa Aliz y actúa como moderador el Dr. Paul Engel; y el Debate
realizado en septiembre del mismo año sobre “La Función de la Poesía y
Responsabilidad del Poeta”, en la que el expositor fue Jorge Enrique Adoum y la
discusión estuvo a cargo de Sergio Román, Manuel Zabala Ruiz, Ulises Estrella y
Marco Muñoz.
La
presencia de los Tzántzicos, como era de esperarse, despertó la furia de la
burguesía y de sus recaderos; Agustín Cueva, en el libro "Entre la Ira y
la Esperanza", lo reseña en los siguientes términos: "Ahora: odiado por los derechistas; detestado
por los mini y microensayistas que le aplican la cobarde y sistemática
represalia del silencio; ignorado por pontífices y periodistas 'sesudos' pero
aplaudido en universidades, colegios, sindicatos, etc.; el tzantzismo, tierno e
insolente, es, mal que pese a sus adversarios, la verdad de nuestra cultura (y
el público así lo siente: los Tzántzicos son los únicos poetas capaces de tener
lleno completo en cualquier local donde se presentan). Negación de toda
retórica, es, a la vez, nuestra poesía y la imposibilidad actual de una
absoluta poesía: es el germen y el fracaso de nuestra ternura; la dimensión
exacta, auténtica, de un momento en que el artista toma conciencia del alcance
social como de las limitaciones de la palabra. Por eso, entre el acto y el
grito próximo al estallido, el tzantzismo se afirma como una forma de arte
ceremonial y agresiva, destinada a vencer la capa de inercia, y la barrera
opresiva- depresiva que le oponen los detentadores del poder socio-político".
Efectivamente, los Tzántzicos no fueron
ni diletantes ni oportunistas, su actitud respondió a una clara militancia
política, adoptada, responsablemente y con absoluta convicción, ya que tenían
muy claros los problemas sociales, económicos y políticos por los que
atravesaba el país, América y el Mundo. En el Ecuador gobernaba una dictadura
militar de coroneles, que clausuró el Café 77 y que los tenía fichados como
“comunistas peligrosos”.No debemos olvidar que los años sesenta fueron los años
de la eclosión revolucionaria. La Revolución Cubana acababa de liberar a la
Isla de la dictadura de Fulgencio Batista y rompía con el Imperio, que trataba
de controlar una revolución que había estallado a noventa millas de sus
dominios y que amenazaba con extenderse por toda América. La figura del Che
Guevara era nuestro ejemplo y las lecturas y discusiones sobre los problemas de
esa Revolución se habían vuelto cotidianas.
Ubicados dentro de una corriente
ideológica y estética de izquierda, sostuvimos la necesidad de una asimilación sustancial
del marxismo, así como la imprescindible asunción de una estética coherente,
para lo cual penetramos en la textura del naturalismo, del realismo socialista,
del surrealismo, del dadaismo y más corrientes renovadoras. El estudio crítico de Nietzche, el
existencialismo sartreano, la teoría de la enajenación de André Gorz, la
experiencia de la premonición de los cambios evidenciada por Frantz Fannon en
la revolución argelina, etc., también nos fueron útiles. El nuestro fue un arte
militante, consciente y claro de sus cometidos. Esto marca una gran diferencia
con movimientos aparentemente similares, como el Nadaísmo colombiano.
Trabajamos con espíritu de cuerpo, desplegada nuestra sensibilidad y
creatividad vivimos, actuamos, sentimos, produjimos, polemizamos, argumentamos,
removimos y potenciamos. Pasamos de la etapa de la denuncia a la protesta y de
ella a la propuesta, al esto-bello que concebíamos, en una estética
probablemente no plenamente resuelta, pero nuestra.
Los Tzántzicos fueron políticos, militantes revolucionarios, sino todos, la mayor parte de ellos; no hacen falta nombres, fechas, ni partidos. Ellos lo saben, algunos después renegaron, se convirtieron en empleados o asesores del sistema. Esa fue precisamente la causa para el rompimiento del tzantzismo: el aparecimiento de “nuevas corrientes” que impusieron su oportunismo derechizante, que, por cierto, no lo habían perdido nunca y que les ha servido para llegar a las más altas dignidades de la cultura nacional, que incluyen jugosas prebendas y prósperos negocios. Uno de los más importantes actos políticos que realizaron los Tzántzicos, fue la organización de la toma de la Casa de la Cultura, realizada en agosto de 1966, con el propósito de expulsar a las autoridades nombradas por la dictadura militar. En esta acción, que se la denominó posteriormente “revolución cultural”, se demostró su capacidad de lucha y de organización y junto a la Asociación de Escritores Jóvenes del Ecuador, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUE), la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE) y la Federación de Trabajadores de Pichincha FTP) lograron cambiar, aunque momentáneamente, las condiciones en que se desenvolvía la institución rectora de la cultura nacional que, al poco tiempo, volvió a caer en manos del oportunismo, como se señala en el No. 9 de la Revista Pucuna, febrero de l968: “Las últimas actitudes de Benjamín Carrión y Oswaldo Guayasamín no solo han cuestionado la autonomía de la Casa de la Cultura sino que evidencia claramente el fracaso político definitivo de las viejas generaciones inspiradas en principios liberales. Junto a la posición de Asturias, embajador de un gobierno que asesina patriotas en las calles, a las vacilaciones claudicantes de Neruda, constituyen el último estertor, el derrumbamiento catastrófico de una manera de ver, pensar, sentir y actuar, el colapso de un modo de enfrentarse con la vida y la cultura”... “El intelectual no puede eludir una respuesta sobre la política nacional y mundial, tiene que hacer efectiva su actitud de integración popular, aún a costa de su tiempo, su tranquilidad, su vida. La condición de un escritor o artista tiene que evidenciarse en su capacidad de lucha contra el orden imperante”.
Alfonso Murriagui, (Quito 1929) Miembro fundador del
movimiento tzántzico. Fue durante muchos años periodista y profesor de la
Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador. Durante
25 años, ha dedicado su vida a la defensa y difusión del Arte Popular. Actualmente
sigue trabajando en poesía, narrativa y dramaturgia; es miembro del Comité de
Redacción del Semanario Opción.
LOS TZÁNTZICOS
Movimiento cultural creado en 1962 por Marco Muñoz, Alfonso Murriagui, Simón
Corral, Teodoro Murillo, Euler Granda y Ulises Estrella, posteriormente se
incorporarían: Jos Ron, Agustín Cueva, Fernando Tinajero, Bolivar Echeverría,
Raúl Arias, Rafael Larrea, Humberto Vinueza, Francisco Proaño Arandi, Iván
Egüez, Abdón Ubidia, y Antonio Ordoñez, Álvaro Juan Félix, Luis Corral,
Alejandro Moreano, Bolívar Echeverría, Leandro Katz, José Corral, y la única
mujer, Sonia Romo Verdesoto
TZANTZISMO. Movimiento
cultural ecuatoriano de la década de 1960 (1962-1969), considerado un verdadero
parteaguas cultural del país, que giró en torno a los tzántzicos, grupo de
escritores cuya producción se desarrolló principalmente en poesía y en menor
medida en narrativa y teatro.
El término
proviene del shuar tzántzico: “hacedor de tzantzas”, reductor de cabezas
humanas. Se ha considerado que el grupo surgió como reacción a la degradación
literaria y al aburguesamiento, caracterizándose por su actitud revolucionaria
tanto en arte como en política, manifestándose en la publicación de revistas y
en recitales, “actos” en espacios como colegios, sindicatos, barrios populares
y sindicatos. Se ha valorado al movimiento por su impacto y decisiva
contribución al cambio en la forma de ver el mundo en el país. Así, y aunque
aún las versiones son encontradas al respecto, se reconoce que filosóficamente
el grupo se nutrió especialmente del existencialismo en su vertiente sartreana
y en alguna medida de Heidegger, en los intentos de superación de la
metafísica, cuestionar la razón ontológica y revalorar la experiencia vital.
Sin embargo, y en el contexto abierto por el triunfo a la sazón reciente de la
revolución cubana, el movimiento recibió un impacto especial del Sartre de ¿Qué
es la literatura? en un momento en que se manifestaba como decisiva la
redefinición de las relaciones entre la sociedad y los intelectuales. Siendo un
dato significativo que un sector evolucionara, en ese contexto teóricamente
existencialista, hacia posiciones marxistas.
Tomado de
http://www.lakbzuhela.es.tl/LOS-TZ%C1NTZICOS.htm
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