lunes, 25 de marzo de 2013

La Casa de las Palabras

La Real Academia de la Lengua, su pasado, su presente, y un futuro lleno de retos frente a las nuevas tecnologías y algunas voces que piden la jubilación de la ortografía. En la sede de la RAE, a casi 300 años de su fundación, académicos, filólogos, lingüistas... día a día trabajan en la mayor y más noble de las herramientas del mundo hispánico, la lengua española.



Por: Víctor Núñez Jaime

Va –en punto– cuan­­do la censora del pleno –se llama censora– toque una campanilla dorada –tilín, tilín– y marque así el inicio de la sesión. Entonces, más de una veintena de académicos que han venido hoy –muy bien trajeados, como siempre– ocuparán cualquier sitio en torno a la mesa y escucharán –en pie, con respeto, como desde hace 300 años– una oración en latín leída por el director –amén–. Luego, cuando todos estén sentados, el secretario leerá el acta con los acuerdos de la sesión anterior. Darán el visto bueno y quedará aprobada. Enseguida, el secretario dará cuenta de las noticias que atañen a la institución –un premio para alguno de sus miembros, los despachos que envían las academias americanas–, y la siguiente parte comenzará con una palabra mágica: libros. Los creadores e investigadores que hayan publicado en los últimos días alguna obra se levantarán de sus asientos para entregársela –dedicada a la docta casa– al director.

La parte medular de la sesión se abrirá con otra palabra: papeletas. Los académicos levantarán la mano para sugerir el estudio de una nueva palabra o acepción con el objetivo de incluirla en el Diccionario. Dirán sus opiniones y observaciones de fondo y forma, cada uno desde la disciplina a la que pertenece. Citarán ejemplos de obras literarias, del uso que el vocablo ha tenido en otras épocas o en otros países, de su raíz lingüística. Exclamarán, acotarán, precisarán y, entre todos, parecerán darse un festín como si atendieran las instrucciones del poema de Octavio Paz: “Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas), / azótalas, / dales azúcar en la boca a las rejegas, / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, / sécalas, / cápalas, / písalas, / gallo galante, / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, / destrípalas, toro, / buey, arrástralas, / hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras”. Poca energía les quedará al final para el momento de ruegos y preguntas. Tampoco tendrán mucho tiempo, porque, a las ocho y media –en punto–, la censora volverá a tocar la campanilla dorada –tilín, tilín– y marcará así el fin de la sesión. Y todos, de nuevo, escucharán –en pie, con respeto, como desde hace 300 años– una oración en latín leída por el director –amén–.

"Con frecuencia se solicita que sean borrados términos hirientes del diccionario”
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“ha tenido épocas en las que ha descuidado sus obras. Por ejemplo, pasaron cincuenta años sin actualizar la Gramática. La más reciente también tardó mucho, desde 1973 que salió el esbozo, hasta 2009 que se publicó. Falta que todas las obras estén armonizadas, que el Diccionario, la Ortografía y la Gramática vayan de la mano”.

No es ningún secreto –tampoco– que el Diccionario ha sido siempre una fuente de controversia: ¿el español peninsular está por encima del empleado en el resto de los países hispanohablantes? ¿Por qué incluye esta palabra y no aquella? ¿Por qué se le define de una manera y no de otra? ¿No debería ser más “políticamente correcto”? “Con frecuencia se solicita, y a veces de manera apremiante, que sean borrados del Diccio­­nario términos o acepciones que resultan hirientes para la sensibilidad social de nuestro tiempo. La Academia ha procurado eliminar, en efecto, referencias inoportunas a raza y sexo, pero sin ocultar arbitrariamente los usos reales de la lengua”, aclara la institución en el preámbulo de la obra.
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Fue en aquel congreso de Zacatecas cuando el escritor Gabriel García Márquez se atrevió a proponer –en un encendido discurso– que la ortografía debería “jubilarse.” Tres años después de este exhorto, la Academia llevó a cabo una reforma ortográfica. Y una más en 2010: la i griega, desde entonces, es también la ye; solo y guion ya no llevan tilde… “Siempre ha habido cambios, pero es verdad que esta última ha tenido mucha resonancia. Esperemos que poco a poco se reacomode todo y que, sobre todo, no afecte a la educación. Porque la ortografía tiene una función muy importante en la tarea docente”, señala José Manuel Blecua. Pero, ¿el director ya se acostumbró a estos cambios? “El director nunca le confesará cómo escribe”, responde con media sonrisa.

Suelen ser hombres. Suelen ser mayores. Pulcros. De buenas maneras. Ocupan su plaza hasta el día de su muerte. Proceden de las artes y las ciencias. Hablan con la voz suave de los sabios. Con puntos y comas. Con subordinadas. Con pedagogía minuciosa. A veces deletrean. Caminan serenos. Rodeados por el halo de la virtud llegan, cuando llega la tarde, dispuestos a insertarse en el íntimo engranaje de La Casa de las Palabras.

 En 15 años, el departamento 'Español al día' ha recibido más de 600.000 consultas

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En 300 años de historia han desfilado por los sillones del pleno filólogos, escritores, lingüistas, historiadores, filósofos, psicólogos, arquitectos, abogados, médicos, químicos y economistas. Fue en 1978 cuando se eligió por primera vez a una mujer como académica: la escritora Carmen Conde (1907-1996). Hoy hay seis, pero a una de ellas –Carme Riera– le falta pronunciar su discurso de ingreso.

Estas damas y caballeros del buen decir acuden –con sus ojos mínimos, con sus gafas de aumento– a la biblioteca de la Casa para consultar algunos de sus 250.000 volúmenes. Rosa Arbolí es la bibliotecaria –desde hace una década– y cuenta que “los académicos suelen revisar los fondos de filología y de crítica literaria. Piden obras literarias antiguas o que han extraviado en sus bibliotecas, que a veces tienen, pero no saben dónde”. En la denominada biblioteca de Académicos –35.000 libros– conservan los seis tomos del primer Diccionario –dedicado al Rey Felipe V, “que Dios guarde”– publicado por la RAE. Encuadernados en tono marrón, sus cientos de páginas de papel italiano “se conservan estupendamente”.
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Palabras llegan y llegan nuevas acepciones. Se transforman. Como si su vida fuera mágica. Dice Darío Villanueva –secretario de la RAE– que los académicos revisan constantemente el Diccionario y desde 2001 lo han actualizado cinco veces en la Red. “Porque, a veces, el significado de una palabra ya no corresponde al contexto actual. Si percibimos que una palabra no está, esperamos un periodo de al menos cinco años para evitar que entre alguna que haya obedecido a una moda”, señala. Además de la exposición La lengua y la palabra, que se abrirá al público el próximo otoño en la Biblioteca Nacional, y de la digitalización de todas las actas de sus sesiones, la Academia celebrará sus 300 años de existencia con la publicación –en 2014– de la nueva edición en papel del Diccionario.

En sus páginas podremos encontrar términos como tableta, tuit, sms, prima de riesgo, deuda soberana, empatizar, gayumbos, portamisiles, sushi, chat, friki y red social. “Estamos preparando un simposio sobre los diccionarios en la era digital porque ahora es muy lógico pensar cuál es el futuro del Diccionario como libro. Hoy podemos hacer un diccionario hipertextual con varias conexiones. No soy profeta, pero no creo que esta nueva edición sea la última en papel.Aunque es verdad que partir de esta edición se va a potenciar el uso de la versión digital”, detalla Villanueva.
 
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Pero, ya lo saben, la próxima gran publicación de la RAE será la nueva edición del Diccionario. Veinte lexicógrafos trabajan estos días a marchas forzadas porque el proceso para incluir nuevas palabras y acepciones es lento. “Todo esto puede durar, fácilmente, más de un año”, dice Elena Zamora, directora técnica del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). La edición se cerrará el próximo mes de julio, pero Zamora adelanta algunas de las nuevas palabras que aparecerán en el Diccionario de papel en 2014. “Ya han sido aprobadas palabras como funambulista, que ahora es muy usada, pero no estaba en la edición de 2001, lo mismo que holliwoodiense. También, serendipia (casualidad favorable), pvc y neorural”.

Los lexicógrafos documentan aquí el uso de la palabra –en libros y medios de información, sobre todo–. Después le dan su investigación a alguna de las comisiones de académicos, y su resolución vuelve a este centro, desde donde se envía a las academias americanas para que brinden sus opiniones y precisiones al respecto. Entonces se filtra toda la información y se remite una propuesta al pleno de la Academia, donde una tarde de jueves, a las siete y media –en punto–, en torno a la ovalada mesa del salón de plenos, en medio de la formalidad y la solemnidad propias de la sesión, se estudiará y se aprobará su inclusión en el Diccionario.

miércoles, 20 de marzo de 2013

El correismo, la personificación del poder y el vacío de ideología


 
Conocidos los resultados electorales, en una de sus primeras intervenciones, Rafael Correa anunció que concluido su nuevo mandato en el año 2017 se retiraría de la vida política ya que era necesario ‘descorreizar’ el país. Este exabrupto permite apreciar la superficialidad con que se observa la política desde el gobierno, además del enorme ego de un presidente a quien las masas utilitarias lo han elevado a la categoría de ser supremo y dueño de sus voluntades, o al menos, eso le han hecho creer. Prueba de ello es su arrogante amenaza de lanzarse a una nueva reelección si la oposición y la prensa privada ‘le siguen molestando’.

Sin duda, hubiese sido mucho pedir que la expresión de Correa se diese en un contexto en que ‘descorreizar’ el país significase pasar del ‘correismo-entendido como una corriente popular ligada a la figura del presidente- a una opción con contenido ideológico y pensamiento teórico que dé sostenibilidad a lo que denominan ‘el proyecto’, el cual, por la inexistencia de debate y la diversidad de intereses que confluyen al interior del gobierno, no pasa de ser un conjunto de acciones, propuestas y consignas, que tienen como hilo conductor y único objetivo la promoción de la imagen del presidente, no obstante que por conveniencia política se mantiene un discurso seudo izquierdista que no guarda coherencia con las acciones del régimen, como se demuestra con la persecución a activistas sociales, campesinos, estudiantes, y todo cuanto huela a oposición.

Acorde a lo anterior, la ‘revolución ciudadana’, cuyo propósito debió ser la transformación social, se quedó en un enunciado que la subjetividad del gran conglomerado de simpatizantes la relaciona con el desempeño administrativo del gobierno. Para ellos, la revolución se resuelve en los procesos de contratación pública que permiten la ejecución de obras de infraestructura vial y de servicios y, desde luego, en lo que constituye el producto estrella del régimen, el denominado bono de desarrollo humano, subsidio que según la propaganda oficial ha permitido a más de dos millones de personas mostrar la cabeza por sobre la línea de pobreza.  

Lejos quedó la visión que se supuso tenía ‘el proyecto’, como un concepto transformador, enfocado principalmente a modificar las relaciones de poder, que como en toda sociedad capitalista se definen en favor de quienes detentan el control económico y sus aliados políticos, esquema que sostiene la estratificación social. Tampoco se avizora ninguna intención de cambiar el modelo de desarrollo basado en la explotación indiscriminada de recursos primarios que se comercializan sin ningún valor agregado, y en una inversión pública sostenida con capitales de origen asiático que ingresan en forma de préstamos, cuyo pago se garantiza hipotecando prácticamente la totalidad de la producción petrolera estatal en beneficio del imperio chino. En realidad, contrario a lo que muchos esperaban, la ‘revolución ciudadana’ se ha convertido en la gran aliada del capital privado. Minería, hidrocarburos, telecomunicaciones, recursos hídricos; es decir, los recursos estratégicos, cuya explotación reporta inmensas ganancias, han sido concesionados a multinacionales extranjeras, mientras que las pocas empresas públicas creadas por el ‘socialismo del siglo XXI’ se convirtieron en feudos entregados a grupos hegemónicos que cohabitan al interior del propio gobierno, producto de lo cual ha emergido una opulenta nueva clase vinculada a la burocracia.
       

La incoherencia política, graficada como un vehículo que pone direccionales a la izquierda pero que gira a la derecha, tiene su origen en la composición del precedente ‘Acuerdo País’, que no era sino un improvisado grupo de ciudadanos de las más variadas y contrapuestas tendencias –característica que se mantiene- que, aprovechando un vacío en la dirección política de la nación -producto de disputas entre sectores de la clase dominante- vendieron al pueblo una propuesta de ‘cambio’, que estaría liderada por quien aparentaba tener una visión progresista del manejo del estado, defensor de las libertades, de los derechos humanos, de la naturaleza. En realidad, y en esto hay que ser justos, Correa jamás ha dicho ser marxista. Lo de ‘socialista’ y ‘revolucionario’ le salió después, adhiriéndose a una nueva versión reformista socialdemócrata liderada por Lula y Chávez que comenzó a rendir frutos electorales en América Latina. Hoy está claro que la hegemonía al interior del gobierno la tiene el sector más derechista y reaccionario, y que los sectores progresistas que adhirieron al régimen se han replegado, ocultándose en el anonimato tratando de no ser excluidos del rol de pagos. 

Visto desde una perspectiva histórica, el ‘correismo’ no es un fenómeno aislado. Es una réplica de lo que ha pasado en otros estados latinoamericanos. En los últimos tiempos el chavismo y el kirchnerismo dan cuenta de la preferencia en estos países por rendir culto a la personalidad, que una bien montada maquinaria propagandística lubricada con medidas populistas se ha encargado de impulsar, y que responde a la abierta intención de los caudillos por perennizarse en el poder, para lo cual echan mano de prácticas similares a las ejecutadas en ciertos países de Asia y Europa del Este, algunas de esa dictaduras camufladas bajo el membrete de ‘socialistas’.