Con su ya característico discurso, el Presidente resumió la
jornada de ayer 22 de marzo calificándola como un "triunfo de la
revolución ciudadana", y un "fracaso rotundo" a la marcha
indígena que por 14 días recorrió el país de sur a norte, sin determinar bajo
que parámetros hacía tal aseveración.
La banalización, el simplismo y la descalificación son los
principales recursos utilizados por Correa para resistir las críticas y
proyectar ante sus seguidores y la prensa una imagen triunfalista. Eso se vio
insistentemente ayer, cuando sus discursos tuvieron como hilo conductor una
retórica agresiva contra lo que él llamó "conspiradores enemigos de la
democracia" y al calificar de "cuatro plumas y cuatro ponchos" a
los caminantes, todo eso, matizado con slogans y consignas que el grueso de
presentes no entendían ya que lo único que alcanzaron a memorizar en el
trayecto desde los barrios de la Costa hasta llegar a Quito, fue que venían a
"defender la democracia".
Los rasgos patológicos de personalidad en donde predomina la
confrontación como norma de conducta, hacen que Correa, y por imitación sus
colaboradores, no conciban la posibilidad de dialogo y menos de consenso con la
oposición. Su vanidad le ha llevado al convencimiento que en él reside la
verdad, que es infalible, que todo aquel que le critica es enemigo o
conspirador.
No obstante sus proclamas triunfalistas, el mismo Correa se
encargó de develar su preocupación frente a los resultados de la marcha cuando
hizo un llamado a su equipo político a mejorar la capacidad de movilización de
AP. Seguramente en sus adentros no entendía cómo, teniendo bajo su control todo
el aparato logístico del Estado, habiendo gastado ingentes recursos en
propaganda, un inmenso equipo humano en ministerios, gobernaciones, alcaldías y
juntas parroquiales dedicados a la acción de reclutamiento -muchos de ellos
desplazado por todo el país- no le fue posible reunir las 60.000 almas que
esperaba. Otra cosa que sin duda debe preocupar a Correa es la indiferencia de
los quiteños a su convocatoria.
De otra parte, salvada esta primera prueba, la oposición
liderada por los sectores sociales ha logrado dos importantes resultados. 1. Ha
despertado nuevamente en la ciudadanía el interés por la acción política que
Correa, como parte de su estrategia por controlarlo todo, se encargó de
desprestigiar; y, 2. Vencer el temor que, asimismo a través de la
criminalización de la protesta, el correismo trató de sembrar en el país.
El camino no es fácil para la oposición. Sabemos lo difícil
que es establecer acuerdos; no obstante, está claro que cualquier proyecto
requiere de unidad. Ir dispersos y por caminos separados será la mejor forma de
hacerle el juego al régimen y a sus intentos por perennizarse en el poder.
23-02-2012
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