Tiempo atrás, alguien preguntaba por qué los primeros
mandatarios cada vez que hablan sublimizan el tema de los jóvenes. Alusión que
se ha manifestado de manera más evidente en los últimos meses. Les ofrecen de todo,
desde capacitación, trabajo, el manejo de las empresas estatales, hasta la
dirección de los órganos del estado. Esto contrasta con la situación de los viejos
(para muchas autoridades los mayores de 40 años) quienes desde la visión del
régimen son inservibles y, desde luego, responsables de todas las desgracias
que aquejan a la banana republic. La reiterativa, insistente hasta el cansancio,
alusión de los mandatarios a una supuesta revolución en la que los y las jóvenes
tendrían un rol fundamental llama la atención a más de uno.
Sabiendo la forma utilitaria cómo funciona la denominada RC
había que descartar de plano motivaciones altruistas o afectivas. Así que no
quedaba sino que recurrir al informe publicado sobre el último censo de población y
vivienda. Resulta que según dicha encuesta, en el 2010 el promedio de edad de la
población era de 28.4 años; de éstos, casi el 50% se encuentra entre 15 y 40
años. Recordemos que la edad para ejercer el sufragio corre a partir de los 16
años. Los llamados mayores adultos -para quienes la opción del voto es
facultativa- no llegan al 23%. Si a esto añadimos que el gobierno se ha
convertido en el mayor empleador y que de hecho cada familia tiene al menos uno
o dos miembros trabajando en el sector público, entonces la respuesta a la
pregunta inicial está resuelta.
Al gobierno le interesan los votos, gente que respalde su
gestión, que tras una reflexión elemental agradezca ser beneficiada por alguna
de las políticas estatales o porque su principal fuente de ingresos proviene
del presupuesto del estado. Por ello, resulta estratégicamente conveniente que
en cada sabatina y en cada cadena mediática, el titular o su reemplazante lancen
flores a los jóvenes, que exijan a los adultos ceder el paso, que invoquen el recambio
generacional. No olvidemos que este gobierno inventó la “renuncia obligatoria”,
un vericueto legal que obliga a los funcionarios públicos a renunciar “voluntariamente”,
sin que quieran hacerlo. De esa manera se aseguran un ejército de boys scouts agradecidos,
pasivos, que no cuestionan, dispuestos a cumplir fielmente las consignas del
comandante y su pragmático lugarteniente.
Esta estrategia no es nueva, hace algunas décadas la ensayó con
buenos resultados el Presidente Mao durante la revolución cultural china, con la
diferencia que en China se respeta a los viejos mientras acá se los considera
desechos. A lo dicho hay que añadir que a los jóvenes poco o nada interesa la
política, más cuando el régimen se ha encargado de desprestigiarla y estigmatizar
a partidos y dirigentes como ejemplo de inoperancia y corrupción.
Como vemos, la gestión pro jóvenes y anti viejos tiene
únicamente fines politiqueros, vulgares y pedestres intereses electoreros,
clientelares. El Jefe y su círculo cercano apuestan que estos jóvenes se
constituyan en los guardianes de “su” proyecto, en la fuerza que con su voto resista
cualquier intento de los opositores por el cambio en la dirección del estado.
Ayer nomás el Jefe volvió a invocar el apoyo de quienes espera tener como
principales aliados en las próximas elecciones: “… la juventud hará el "milagro guayaquileño", como ya estamos
haciendo el "milagro ecuatoriano". Con juventud… venceremos a los
políticos del siglo pasado, causantes de la tragedia nacional”, decía.
Habrá que esperar a febrero para ver si los jóvenes pescan la
carnada. Hasta ahora las ofertas concretas en pro de ellos van por la entrega
de becas para estudios superiores, y para el 2017 -según palabras del Vice- el
enrolamiento de 2000 ingenieros en la Refinería del Pacifico, cantidad ciertamente insignificante frente a
los miles y miles que esperan una oportunidad de trabajo.
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