A propósito del artículo de Roberto Aguilar ‘¿El augurio de
Correa se cumplió?’, publicado el 19 de mayo en diario Hoy, cabe preguntarse: ¿Por
qué levantan la voz, por qué adoptan una actitud agresiva, prepotente, y están a
la defensiva? Me refiero a algunas mujeres a quienes se les ha entregado
ciertos espacios de poder. Da la impresión que lo hacen por imitación, para que
alguien las vea, para el reconocimiento, para el comentario favorable de un
determinado sector. Hacen gala de una firmeza reprimida y marcada intolerancia
ante la opinión contraria o la crítica. En sus intervenciones siempre se
refieren a lo que alguna vez dijo ‘el señor Presidente’, a la ‘revolución’; es como
si buscaran amparo a sus expresiones. Y claro, si su interlocutor es algún
entrevistador de algún medio no ‘mercantilista’, en manos del gobierno -eufemísticamente
autollamados ‘públicos’- se explayan repitiendo la verbología aprendida en
algún taller de inducción, en donde además, alguien les dijo que coreen -y así
lo hacen hasta el cansancio- que ellos ganaron, que los demás son perdedores,
que el pueblo aprobó mayoritariamente el ‘proyecto’ y la profundización de la ‘revolución’(?),
ratificando que el voto mayoritario (aunque no represente a la mayoría de la
población) siempre es una excusa para imponer la suprema voluntad, sin
consensos y sin concurso ciudadano. Se han contagiado de esa forma de hablar a
nombre del ‘pueblo’, apropiándose de su representación, y claro, al no haber
espacios de expresión ciudadana en la ‘prensa corrupta’, ni en la prensa
oficial, el pueblo se queda sin voz.
Si bien esa actitud se observa en la
mayoría de quienes tienen alguna representación o designación, el punto crítico es la
Asamblea. Cuando a tres jóvenes mujeres se les entrega la responsabilidad de
dirigir lo que antes era la principal función del estado, lo menos que se
espera es que sus actuaciones estén guiadas por la mesura, el respeto, y
espíritu democrático. Muy mala señal se da cuando en la primera sesión se ordena
apagar el micrófono de un legislador porque, según la novel directora, se
ofende al compañero presidente, pero se permite la arenga fuera de tono de un
coideario que denuesta contra la oposición. Algo que obviamente el trío de
féminas y sus compañeras de partido no entienden, es que se pertenecen a un órgano
independiente, que no están ahí para satisfacer los deseos de otras autoridades
o de grupos hegemónicos. Su abnegada pertenencia a un movimiento en donde la
última palabra la tiene el gobernante, les hace creer que todos deben rendirle
cuenta y razón de sus actos; de ahí que, ni bien posesionadas, concurren a la
sede del ejecutivo a presentar su saludo ‘protocolario’ dicen. La impresión más bien es que se trata de un gesto de gratitud a quien permitió sean elegidas
asambleísta y luego autoridades legislativas; y de paso, determinar las siguientes acciones, reconociendo
el carácter subordinado de la función que representan.
El tener un líder máximo, que impone la línea a seguir, que resuelve todos los conflictos internos, que decide qué espacio corresponde a cada una de ellas, sin duda, hace que las cosas sean más fáciles, pues solo tienen que ejecutar disposiciones y, en lo posible, tratar de imitar a quien constituye su referente. De ahí que no llama la atención que pese a la heterogénea composición clasista de ese movimiento todas se sientan cómodas, libres de contradicciones, y que una vez superado el recelo inicial frente a los cuestionamientos de la
izquierda ortodoxa, se sumerjan en la anarquía conceptual
declarándose revolucionarias y socialistas del siglo XXI. No entienden mucho
que significa aquello, pero ¿qué importa? Si desde arriba dicen que son
socialistas y revolucionarias, así ha de ser. Consecuentes con ello, están de
acuerdo en la expansión y fortalecimiento de la gran empresa oligopólica como
motor del desarrollo, en el estado benefactor que entrega bonos y subsidios
para ‘compensar’ los desequilibrios sistémicos entre ricos y pobres, en la concesión
de territorios de pueblos ancestrales a empresas transnacionales para la explotación
hidrocarburífera y minera depredadora de la naturaleza. Es el falso socialismo, el socialismo
del siglo XXI, que busca sacar ‘lo mejor’ del sistema, poniéndole al estado un
rostro ‘bueno y humano’, al tiempo que se deja intacta la estructura clasista
que le caracteriza.
Entonces, si tienen todo a su favor, si cuentan con la fuerza del voto para imponer su razón ¿por qué levantan la voz?
Entonces, si tienen todo a su favor, si cuentan con la fuerza del voto para imponer su razón ¿por qué levantan la voz?
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