sábado, 13 de agosto de 2011

Libertad de expresión, redes sociales y dictadores



La libertad de prensa y la libertad de expresión son no sólo dos conceptos y a la vez derechos de los ciudadanos, sino al mismo tiempo irreconciliables aspectos con la personalidad de líderes autoritarios, dictadores declarados o soterrados, o de individuos que son o se hacen aprendices de éstos.
Recientemente leí un editorial de un medio de prensa, titulado El Diablo y los Medios de Comunicación que concluía señalando que "...si algo tienen en común todos los tiranos y los que aspiran a serlo, más allá de sus diferencias ideológicas o doctrinarias, es que le tienen pavor a la libertad de expresión y de información."
Efectivamente, los acontecimientos recientes del norte de áfrica y en general de los países árabes han mostrado como sus líderes, en la mayoría de los casos empotrados en sus sillones presidenciales por muchos años, y considerándose a sí mismos como imprescindibles para la vida de sus países y de sus pobres y desprotegidos -en su mesiánico criterio- habitantes, no han dudado ni por un segundo de acallar a cuanto medio de comunicación que pretendiera dar una información objetiva de los acontecimientos.

No contaron sin embargo con que la humanidad y la tecnología han avanzado pasos gigantescos en cuanto a la forma y los medios con que se comunica. Las ya famosas redes sociales por su destacado papel en los diferentes movimientos que han derrocado a aquellos tiranuelos, desequilibraron y desequilibrarán cada vez más -a favor del pueblo- las maquiavélicas manipulaciones que se realizan en los medios tradicionales, llámese televisión, radio o prensa escrita, particularmente si son gubernamentales.

Incluso saturar con propaganda y pancartas las calles, atiborrar plazas o cualquier espacio público con fanáticos, mercenarios, incondicionales u obligadas personas para pretender llenar una pantalla de televisión -manipulada artificiosa y maliciosamente- ya no es suficiente.

La dinámica con la cual las personas se comunican e intercambian la información que puede ser vital para llevar adelante algún tipo de acontecimiento o congregación, hoy va más allá de las clásicas; las ya anacrónicas formas para manipular la información de los medios de información tradicionales para acallar tanto la libertad de expresión como la libertad de prensa, hoy no son más, efectivas.

La lección que se debería aprender de Egipto, Libia y otros países en la misma dinámica, es que de nada sirve hoy la prohibición o censura que se hace desde los gobiernos a los medios de comunicación para que publiquen tal o cuál noticia, o que deliberada y malintencionadamente difundan otras con evidente desapego de la realidad, o que por último hagan caso omiso de las demás por resultarles incómodas o perjudiciales. Hoy, los pueblos tienen muchos otros medios para informarse y estar conscientes de la realidad que les alberga.

Pero no cabe duda que siempre habrá no sólo la tentación, la intención y la decisión de coartar la libertad de expresión, y probablemente intentarán extender sus tentáculos hacia esos nuevos medios de comunicación, y quién sabe, con mayor o menor éxito. Sin embargo, será en definitiva una batalla perdida a favor de la libertad de expresión. Hoy no son los gobiernos los que controlan que y como se informa, hoy los ciudadanos son cada vez más dueños de que, como, de quién y donde han de informarse.

Los gobernantes de turno deben entender que no podrán más a partir de la fecha, abusar y manipular descaradamente los medios de información a su disposición para conseguir permanecer indefinidamente en sus cargos. Pensar lo contrario, demostraría innegablemente la desconexión que tienen con el contexto y con la sociedad.

Gobernantes latinoamericanos y caribeños han de comprender que se es sujeto de cambio y de progreso en la medida en que se respeta la voluntad de los pueblos y se deja una huella temporal que sólo puede ser perdurable y bien reconocida en la medida en que uno apuesta siempre a la renovación y al progreso.

Apoltronados gobernantes como los de Cuba y otras naciones del orbe no habrían durado tanto si no fuera por que mantuvieron a su pueblos anclados en los años sesenta, sin internet, sin redes sociales, sin libertad de expresión y sin libertad de prensa. Pero esto ya no es más así. La revolución tecnológica llegó, y llegó para quedarse y transformar la manera en la que nos comunicamos, e impedir regímenes eternos y mesiánicos.

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