lunes, 25 de julio de 2011
A la altura del Presidente
Un ciudadano demandó al Presidente de la República por haberle acusado de “traficante de tierras” en una de sus cadenas sabatinas, lo que según el querellante afectó su honra y buen nombre. Solicita se condene a la primera autoridad del país a dos años de prisión y al pago de diez millones de dólares como indemnización. En otro juicio similar, hace pocos días, un Juez -con una celeridad nunca vista- emitió una sentencia a favor del Presidente condenando a un editorialista y a tres directivos de un medio impreso a tres años de prisión y al pago total de cuarenta millones de dólares. Unos meses antes el Presidente ya ganó otro juicio que por daño moral siguió a un Banco, el cual debió pagarle seiscientos mil dólares.
Según dispone la Constitución, para enjuiciar al Presidente de la República, se requiere autorización de la Asamblea Nacional. Cuando los medios de comunicación preguntaron a asambleístas y dirigentes del oficialismo si darían paso al pedido de juicio al mandatario, en forma tajante negaron tal posibilidad. Alguien dijo que era una exageración enjuiciar al Presidente, pero el principal argumento contra tal pretensión fue expuesto por el Secretario Nacional del movimiento político que apoya al gobernante: “…hay que observar la condición ética”, dijo a la prensa. Es decir, según este pronunciamiento, quien pretenda demandar al Presidente de la República debe cumplir con un requisito previo: estar moralmente a la altura de este.
Ahora bien, el cumplimiento de ese requisito, que permita obtener la venia de la Asamblea, conlleva un problema de orden práctico que a la postre impedirá al común de ciudadanos enjuiciar al Jefe de Estado. Siendo que la ética se relaciona con el estudio de la moral y el proceder de las personas en su vida pública y privada, ¿cómo y ante quién puede un particular demostrar que tiene un comportamiento moral? Y lo que es más, esa misma persona ¿cómo podría demostrar que su moral está a la misma “altura” que la del Presidente? A este insalvable obstáculo se agrega otro que anida en la mente de los seguidores de la revolución: los niveles máximos moral y ético a los que podría llegar un individuo serán siempre inferiores al de su guía, líder y mentor. Quizá este presupuesto haya sido fundamental al momento de fallar los jueces a favor del Presidente, de ahí las enormes cuantías que deben pagar los demandados.
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