Algún defensor de la reelección
indefinida decía que es un error personalizar ese tema, que debía verse como la disyuntiva entre continuar con el proceso revolucionario o regresar al pasado. ¿En
realidad pensarán así quienes impulsan esa enmienda? No creo. Estoy seguro que
ellos ven, como buenos adherentes, que la única oportunidad para continuar en
el poder es la reelección de quien, luego de siete años, se ha convertido en
casi una divinidad y, por extensión, su movimiento en una religión.
Luego que el 23 de febrero experimentaran
un “revés”, eufemismo con que se quiso maquillar una evidente derrota, AP tuvo
la oportunidad de decidir si convertirse en un movimiento político serio, con espacio
para la discusión interna, bases debidamente estructuradas e ideología definida, o continuar por el camino del caudillismo por el que
transitan desde hace siete años. Todo indica que se optó por la segunda
alternativa. Esto significa que habrá “revolución ciudadana” mientras exista
correísmo, y en esa misma lógica, seguirá habiendo correísmo hasta que su líder
logre mantener su popularidad, condición inevitablemente asociada a la
sostenibilidad que proporcione el flujo de recursos provenientes del petróleo,
y a futuro de la minería.
Como era de esperarse, a la algarabía
se sumaron la directiva nacional de AP, adherentes, dirigentes, funcionarios.
Todos en coro han manifestado su apoyo incondicional a la propuesta sobre la
cual en realidad no existía ninguna posibilidad de oposición o
cuestionamiento. Fue suficiente que el presidente en su sabatina del 24 de mayo
en la Asamblea haya dicho que estaba de acuerdo con esa enmienda, para que reverentemente
todos se alineen con esa posición. Es probable que alguno que otro miembro de
la agrupación considere ético llamar a una consulta popular o inclusive estar
en desacuerdo con la propuesta en sí. Sin embargo, como sabemos las
discrepancias que pueda haber entre el presidente y sus seguidores se
resuelven, en principio con la amenaza de renuncia del primero, y
posteriormente con la discreta separación de los espacios de poder (expulsión
del paraíso) de los segundos. Cien o más brazos levantados con las palmas
mirando a Carondelet es lo que veremos el momento en que la asamblea
resuelva ir por la enmienda.
“El poder es para ejercerlo” solía
decir un personaje en filas oficiales. Aquello, según él, implicaba no detenerse
ante las limitaciones legales. Por ahora consultar al pueblo sobre una reforma
constitucional no está en la hoja de ruta de AP. Asumen que por tener mayoría en la asamblea, ipso facto el pueblo les
concedió licencia para hacer cualquier cosa con la Constitución (en la que no consta la figura de la reelección indefinida), cuya aprobación,
parecen no recordar, fue sometida a referendo popular en septiembre del 2008. Y
es comprensible esa posición. Todos, desde el jefe hasta el último de los
adherentes están conscientes que no existen cuadros que tomen la posta, que ese
invento llamado “revolución ciudadana”, tiene un exclusivo gerente propietario,
y en consecuencia, sin su presencia AP se perdería en el mar de contradicciones
políticas y de intereses por donde navega. Por eso, y por nada más, recurren a ese arbitrio que es reformar la Constitución para solucionar un problema particular de AP. No obstante, por lo que pueda
suceder, el ministerio encargado de la propaganda oficial, parece estar
ensayando la promoción del segundo a bordo. ¿Pensarán que ahí existe material
para construir un buen candidato? Hummm…
Enmienda, según la primera definición
de la RAE está referida a: la “acción y efecto de enmendar” entendiendo
por esto “arreglar, quitar defectos, resarcir, subsanar los daños”, y
así lo entendemos todos. Lo que propone
el jefe no es una “enmienda”, es una
“reforma”, esto es, reemplazar un texto existente en la Constitución por
otro. Se supone que en derecho las cosas se deshacen de la misma forma como se hacen. Si la norma fue aprobada en referéndum, igual procedimiento debería
aplicarse para su reforma. Sin embargo, es claro que priman el cálculo político
y temor de que se repita la última experiencia electoral.
De mantenerse en el propósito anunciado, desde ya AP y su único líder tendrán que hacer malabares para quitar del imaginario ciudadano la idea de que se viene una dictadura solapada, y con ello el retorno al pasado.
De mantenerse en el propósito anunciado, desde ya AP y su único líder tendrán que hacer malabares para quitar del imaginario ciudadano la idea de que se viene una dictadura solapada, y con ello el retorno al pasado.